Desde una comunidad en el corazón de la crisis climática, la lideresa guaraní Mariela Melgar Ibáñez cree que las mujeres indígenas tienen la clave para resolver la crisis climática. “El mundo debe conocer nuestras formas de vida y el rol que tenemos dentro de el cuidado del medio ambiente; Las mujeres somos fundamentales, luchamos por el territorio.”
Mariela cumple actualmente su segundo mandato como lideresa en justicia de género de la Asamblea del Pueblo Guaraní de Yacuíba, en Bolivia. Su activismo se basa en una larga historia familiar y comunitaria de defensa de la vida y de la tierra. Las mujeres han sido durante mucho tiempo administradoras de las tierras, de las que dependen para producir alimentos, recoger leña, recolectar agua y compartir conocimientos culturales. Debido a estas responsabilidades, dice Mariela, las mujeres guaraníes “respetamos el territorio [porque] es nuestra principio de lucha y de vida.” Cuando utilizan recursos naturales, explica, “siempre tenemos que pedir permiso al ka’a iya (el dueño del monte en idioma guaraní), porque lo hacemos por necesidad, para alimentar a la familia.” El cambio climático ha duplicado la carga de las mujeres en su comunidad. Debido a la contaminación del agua y a la degradación de la tierra, ahora deben caminar muchos kilómetros para conseguir recursos básicos. Muchas mujeres han enfermado como consecuencia de este trabajo intensivo.
A pesar de los retos de la vida en Yacuíba, Mariela y su comunidad se mantienen firmes en su lucha por la justicia climática. La propia Mariela atribuye su propia resistencia a su abuela, recordando que siempre le decía que “nunca debemos rendirnos, debemos seguir, ser pacientes y perseverantes, así existan obstáculos. Hemos resistido porque sí hemos creído que iba a ver liberación.”
Sin embargo, la resiliencia tiene un límite al borde de la supervivencia. Mariela admite que en su comunidad se están quedando “sin bosque, sin territorio,” y subraya la urgencia de actuar en la COP28 para hacer frente a la crisis climática. Los pueblos indígenas, afirma, deben liderar el cambio sistémico que se necesita desesperadamente.
“Como pueblos indígenas, estamos muy relacionados y conectados con nuestro territorio. Porque si no tenemos un territorio, no hay vida para los pueblos indígenas,” reflexiona Mariela.
Para asegurar un resultado positivo en la COP28, Mariela exige responsabilidad a los gobiernos para que cumplan con sus obligaciones en el marco del Acuerdo de París. “¿Qué cosas ha hecho nuestro gobierno? ¿Qué debería haber hecho? ¿Han cumplido sus obligaciones?”, se pregunta.
En segundo lugar, Mariella busca reformas agrarias. “Los agricultores y grandes productores están dañando la tierra con monocultivos, fertilizantes y productos químicos que la destruyen. Deben rendir cuentas,” señala. En su opinión, la responsabilidad de estos productores podría incluir reparaciones económicas, ayudas a la reforestación y la utilización de plantas autóctonas en lugar de especies invasoras. Los conocimientos ancestrales del pueblo guaraní y otros pueblos indígenas podrían contribuir a estos cambios. “Nuestros abuelos sabían preparar abonos orgánicos y también insecticidas orgánicos,” dice Mariella. “Lo hacemos desde nuestras comunidades, aunque cultivamos en pequeñas parcelas, pero esto también podría hacerse a gran escala.”
A pesar de los retos, Mariella cree que una acción rápida y la inclusión de los pueblos indígenas en las soluciones climáticas pueden crear un futuro mejor.
“Podemos cuidar de nuestros territorios y del agua,” ella afirma. “Llevo este mensaje al mundo. Podemos proteger nuestros bosques, nuestra agua y nuestros alimentos. Debemos conservar lo que sabemos, de nuestros conocimientos ancestrales.”